Dice el prologuista, y creo que es algo bastante repetido, que la característica fundamental de la poesía de Gerardo Diego es su variedad. En efecto, el poeta santanderino parece moverse tan a gusto entre las formas más clásicas y entre las vanguardias más rompedoras, entre los temas más íntimos y las humoradas más descaradas, sin acabar de rendirse nunca a ninguna de ellas. Con el tiempo, ha acabado por ser más conocido por algunos de sus poemas más clásicos ("El ciprés de Silos", "Romance del Duero") que por los otros. Pero, salvo algunas excepciones (el mencionado soneto de Silos, la onírico-fúnebre "Visitación de Gabriel Miró", y algún otro), no deja de parecerme un buen poeta, conocedor de su oficio, pero no un genio. Seguramente él tampoco lo pretende, y eso le da su encanto. Por otro lado, no sé si sería igual de célebre sin su papel de organizador de la llamada "Generación del 27"; eso no es poesía, pero sí es la fama. ( )