Al escribir La corruptora, Guy des Cars ha pasado muchos días consultando con directores de institutos y clínicas, con profesores especializados en la terrible enfermedad que derribó a la protagonista, con radiólogos y enfermeros para ofrecernos un cuadro perfecto en el que el proceso de desintegración físico y mental corriera parejo con la ilación de la trama. Leyendo De capa y de pluma es fácil ver los profundos estudios que ha realizado des Cars para encarnar en primera persona en La corruptora el papel del joven médico que lucha desde la primera página hasta la última con la extraña, con la desconcertante Marcelle, con el monstruo que resultó siendo en realidad Marcelle.
En su conjunto, esta es la historia palpitante de un alma que tuvo a los ojos del mundo una extraña acumulación de defectos y aberraciones, las más criminales aberraciones, pero que conservó en su intimidad, como su mayor secreto, la esencial cualidad de su femineidad hasta un grado de saturación y de derrumbamiento. El relato va atrapando al lector progresiva y apasionadamente, los hilos del conflicto en desarrollo se anudan y desanudan incesantemente, y mantienen un suspenso de esa calidad que muy pocos logran obtener. Las peripecias del drama han sido conducidas con un arte tan efectivo como convincente.
Es que Guy des Cars es un novelista innato que gusta de los temas endiabladamente difíciles. La corruptora es un libro elaborado, edificado y equilibrado con mano de genio. Con tema tan audaz, no es de extrañarse que Guy des Cars haya obtenido una verdadera victoria.