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Encounters with Einstein

par Werner Heisenberg

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In nine essays and lectures composed in the last years of his life, Werner Heisenberg offers a bold appraisal of the scientific method in the twentieth century--and relates its philosophical impact on contemporary society and science to the particulars of molecular biology, astrophysics, and related disciplines. Are the problems we define and pursue freely chosen according to our conscious interests? Or does the historical process itself determine which phenomena merit examination at any one time? Heisenberg discusses these issues in the most far-ranging philosophical terms, while illustrating them with specific examples.… (plus d'informations)
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ENCUENTROS Y CONVERSACIONES CON EINSTEIN Y OTROS

Fragmento:

Encuentros y conversaciones con Albert Einstein
La ciudad de Ulm,en la que nació Einstein, y la Casa Einstein del Ulmer Volkshochschule son sin duda lugares apropiados para hablar de encuentros y conversaciones con él. Aclaremos de entrada que la palabra «encuentros» remite aquí a entrevistas personales, pero también a contactos con su obra; y esos contactos desempeñaron desde muy pronto un papel en mi vida. Empezaré pues, por el primer episodio de esta especie del que guardo recuerdo. Tenía
yo a la sazón 15 años, era alumno del Max-Gymnasium de Munich y me interesaban sobremanera las cuestiones matemáticas. Un día cayó en mis manos un delgado tomito de una colección de monografías científicas, en el cual Einstein exponía en tono divulgador su teoría especial de la relatividad. Su nombre lo había visto de vez en cuando en los periódicos, y de la teoría de la relatividad tenía oído que era muy difícil de encender. Lo cual me incitó naturalmente tanto más, de suerte que intenté penetrar a fondo en este opúsculo. Al cabo de un tiempo creí entender plenamente la parte
matemática —en el fondo no se trataba de otra cosa que de un caso especialmente simple de la transaformación de
Lorentz—, pero no tardé en percatarme de que las verdaderas dificultades de la teoría yacían en otra parte. Allí se nos pedía admitir que el concepto de simultaneidad era problemático y que la cuestión de si dos sucesos acaecidos en lugares diferentes eran o no simultáneos dependía del estado de movimiento del observador. Se me hacía muy cuesta a
arriba penetrar en esta problemática, y ni siquiera el hecho de que Einstein hubiera condimentado aquí y allá el texto con vocativos como «Querido lector» facilitaba para nada la comprensión. Me quedó, eso sí, una clara intuición de adónde quería
llegar Einstein, así como la idea de que sus proposiciones no contenían aparentemente ninguna contradicción in
terna; y por último, claro está, el deseo ardiente de profundizar más tarde en la teoría de la relatividad. Así que para mis ulteriores estudios universitarios me propuse asistir, fuera como fuese, a cualesquiera conferencias sobre dicha teoría.
Fue así como mi inicial deseo de estudiar matemáticas desvió imperceptiblemente hacia la física teórica, de la cual apenas sabía a la sazón ni de qué trataba. Mas tuve la la gran suerte de dar, al comienzo de mis estudios, con un
maestro excelente, Arnold Sommerfeld, que trabajaba en Munich; y la circunstancia de que Sommerfeld defendiera
con entusiasmo la teoría de la relatividad y guardara además con Einstein estrecho contacto personal creó óptimas condiciones para consagrarme en todos los detalles de este nuevo campo de la ciencia. No era infrecuente
que Sommerfeld nos leyera en el seminario las últimas cartas recibidas de Einstein, pidiéndonos luego que entendiéramos
el texto y lo interpretáramos. De esas discusiones me acuerdo aún hoy con gran alegría, porque en mi fuero interno tenía la sensación de casi conocer personalmente a Einstein a través del discurso de Sommerfeld, aunque por aquel entonces jamás le había visto.
Antes de relatar mi primer intento —bien que frustrado— de conocer personalmente a Einstein, tengo que hablar de otro campo de la ciencia que me atrajo a su órbita y en el cual el nombre de Einstein desempeña también un papel importante.

Así, pues, en los primeros años de mis estudios universitarios, cuando yo me esforzaba por ahondar en la física moderna de entonces, topé una y otra vez con el nombre y la obra de Einstein, y mi deseo de conocer personalmente al autor de tantas ideas nuevas crecía de año en año. El primer intento de cumplir ese deseo fracasó. Corría el verano de 1922. La Sociedad de Científicos y Médicos Alemanes había anunciado que, en el congreso a celebrar en Leipzig, Einstein daría una de las conferencias principales, concretamente sobre la teoría general de la relatividad. Sommerfeld me sugirió asistir al
congreso y oír la conferencia de Einstein, con la intención de presentármelo personalmente Pero los tiempos eran de gran inquietud política. El enojo por la derrota de Alemania en la Primera Guerra Mundial y por las duras condiciones de los
vencedores no se había apagado aún, y el desacuerdo acerca de qué hacer llevaba continuamente a situaciones de guerra civil. En aquella época surgieron también los primeros indicios de antisemitismo, patrocinado por círculos de extrema derecha. En el verano de 1922, poco antes de aquel congreso de científicos alemanes, fue asesinado el por entonces ministro de Asuntos Exteriores Walther Rathenau a manos de terroristas nacionalistas. Era un intento consciente de impedir
cualquier paso hacia la «igualación». Las pasiones políticas volvieron a encenderse y el movimiento antisemita comenzó a dirigir su venganza también contra Einstein, por ser judío y gozar de especial prestigio en los círculos cultos de Alemania. Fue así como, justo antes del congreso, se decidió, a petición de Einstein, no ser él en persona quien leyera la conferencia, sino el señor von Laue. Ignorante yo de tal extremo al marchar hacia Leipzig, lo único que me llamó la atención fue la nefanda excitación política que se echaba de ver en la mayoría de los congresistas. Al ir a entrar en el gran salón de actos para asistir a la conferencia de Einstein, un joven me deslizó un panfleto rojo en la mano, en el que más o menos se
decía que la teoría de la relatividad era una especulación judía absolutamente indemostrada y que su inmerecida fama se debía únicamente a la propaganda de los periódicos judíos a favor de su compañero de raza Einstein. Al principio pensé que aquello era obra de un loco, como los que de cuando en cuando asoman la cabeza en los congresos. Mas cuando supe que el panfleto rojo lo distribuían discípulos de uno de los físicos experimentales más famosos de Alemania, al
parecer con su consentimiento, se me vino abajo una de mis más importantes esperanzas. Así que la ciencia también podía
ser emponzoñada por las pasiones políticas...
  FundacionRosacruz | Feb 13, 2018 |
This book had been sitting on my shelf for decades. Finally got around to reading it. It is for a general audience but one already versed in particle physics. So it is a bit dense. It's interesting from a historical standpoint. One the one hand much hasn't changed since his day. On the other much has but built on the foundation that he and others in the early 20th century created. ( )
  clmerle | Jul 22, 2017 |
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In nine essays and lectures composed in the last years of his life, Werner Heisenberg offers a bold appraisal of the scientific method in the twentieth century--and relates its philosophical impact on contemporary society and science to the particulars of molecular biology, astrophysics, and related disciplines. Are the problems we define and pursue freely chosen according to our conscious interests? Or does the historical process itself determine which phenomena merit examination at any one time? Heisenberg discusses these issues in the most far-ranging philosophical terms, while illustrating them with specific examples.

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