Buf. La verdad es que el nombre de Lorenzo Silva en la portada hace que me lance a por cualquier cosa, pero éste no lo ha escrito él, lo ha escrito ella, que será una maravillosa persona y escritora pero no me gusta ni la mitad que él cuando escribe novelas de detectives. Se nota que lo ha escrito ella porque las frases tienen de media un 30% de la longitud de las frases de la serie de Bevilacqua y Chamorro. Y son a veces innecesarias. Y salen demasiadas copulativas. Y te acaba cansando. Y te preguntas cómo no se han dado cuenta. Y te hartas de ver copulativas one more time.
La novela en sí, además, tiene cosas que me alucinan. Empezando por los personajes un tanto típicos (¿qué treintañera metida a detective por necesidad no tiene en la puerta de al lado un amigo hacker con el que confabularse?), todo el caso es aparentemente muy simple (alejar de su clienta a un jefe que se acostó con ella y ahora la extorsiona si no sigue haciéndolo), y ocupa ciento y pico de páginas. Pero, de, repente, casi en el epílogo, así a vuelapluma, nos cuentan un doble asesinato en dos párrafos, dos, y encima de una manera increíble, en la que un empleado de supermercado mata sin problemas, de frente, a un exmilitar de fuerzas especiales con un solo empujón a las vías del tren. Me ha defraudado bastante y no me ha convencido ni la historia ni los personajes. La idea de la editorial es buena, en principio: dar un personaje y pedir a varios autores que continúen con el siguiente libro de la serie, respetando lo anterior. Pero no sé si me han quedado ganas de seguir con el segundo, la verdad. ( )

Sonia Ruiz, detective improvisada al borde de la quiebra, afronta aquí su primer caso junto a su joven amigo Pau Soria. Su inquebrantable confianza mutua, que a menudo aparece velada, será su única baza para enfrentarse al sucio mundo del acoso laboral que aborda esta novela. Con esta obra, Lorenzo Silva y Noemí Trujillo superan clichés del género, apelando al lector con una historia urbana contemporánea contada con calor y crudeza... como una nana despiadada. 'Nada sucio' refleja que legalidad y moralidad son hoy mercancías sujetas a cotización variable en una sociedad donde sigue habiendo buenos y malos, aunque cada vez resulta más difícil distinguirlos.