El autor analiza las relaciones y opiniones cruzadas entre Joan Miró y el poeta Michel Leiris y el crítico de arte Michel Einstein durante la década del años veinte, reflexionando acerca de la translucidez de los fondos de las pinturas realizadas por Miró en torno a 1925, transparencia que aparece más tarde en los murales cerámicos, ya que este material no sólo permite que los fondos sean translúcidos, por la cristalización de los pigmentos y los barnices, sino que, además, en los murales tal cualidad es verdaderamente "táctil", en el sentido real y exterior, a la vez que, como en 1925, lo es también en el mental e interior.