Es tiempo de volver al compromiso: el escritor tiene que decir qui#65533;n es y qu#65533; piensa. No es #65533;ste un libro triste, no es un libro tronante, es, simplemente, una despedida. Por eso, Jos#65533; Saramago, pese a estar atento a la an#65533;cdota del d#65533;a o al suceso terrible, pese a usar el humor y la iron#65533;a y emplearse a fondo en la compasi#65533;n, rescata textos dormidos que son actuales y nos los deja como regalos inesperados, no como un testamento, simplemente ofrendas #65533;ntimas que desvelan pasiones y sue#65533;os. Nos acerca al mundo de Kafka, o a la inevitable tristeza de Charlot, o nos describe la soberbia aventura de coronar la cima de la Monta#65533;a Blanca, en Lanzarote. #65533;ste es un libro de vida, un tesoro, un Saramago que nos habla al o#65533;do para decirnos que el problema no es la justicia, sino los jueces que la administran en el mundo. No habr#65533; m#65533;s cuadernos, esa mirada oblicua para ver el rev#65533;s de las cosas, la frontal, sin bajar nunca la cabeza ante el poder, s#65533; para besar, la iron#65533;a, la curiosidad, la sabidur#65533;a de quien no habiendo nacido para contar sigue contando, y con qu#65533; actualidad ahora que ya no est#65533; y tanta falta nos sigue haciendo. As#65533; son las despedidas de los hombres que saben que han nacido de la tierra y que a la tierra vuelven, pero abrazados a ella, con esa especie de inmortalidad que ofrece el suelo del que nos levantamos cada d#65533;a, con nuevas experiencias incorporadas. Las de quienes son suelo y tierra, nuestro sustento, tal vez nuestra alma. PILAR DEL R#65533;O