El mérito de González Faus es doble, porque no solo se trata de una magnífica antología de textos de la tradición de la Iglesia, sino que sus comentarios, introducciones y conclusiones por épocas son realmente magníficas, hasta el punto de que podria repetirse hoy sin problemas.

Y es que, al margen de la capacidad retórica o literaria de los distintos autores, que en algunos casos es mucha, el teólogo valenciano tiene fortaleza intelectual y claridad expresiva sobrada para que nos quede claro que, si algo hay tradicional en la Iglesia católica, es que los pobres son los vicarios de Cristo, los auténticos preferidos de Dios, sus representantes en la Tierra. El autor no oculta tampoco su extrañeza porque esta misma Iglesia que tan claro ha sabido hablar a lo largo de los siglos, se ha comportado de manera tan diferente, si bien esto es aplicable a unos períodos más que a otros (en especial, el siglo XIX ha sido nefasto para este tema). Pero no se trata aquí de dirimir esta cuestión, sino de presentar, con las voces católicas más autorizadas, una verdad tan evidente que no queremos verla. ( )