Son dos escritos breves, acompañados de algunos capítulos de las dos obras fundamentales del Aquinate referidos al mismo tema: si el mundo es eterno o no. Vale, se trata de una cuestión concreta, y que hoy se nos antoja algo alambicada, pero este libro tiene la ventaja de que, en pocas páginas, uno se da perfecta cuanta del modo de trabajar del autor, sin tener que meterse en el cuerpo las dos "Sumas".

No me extraña que este hombre haya fascinado a todo el pensamiento occidental durante siglos, porque es riguroso hasta la exasperación. Cada argumento, cada posibilidad, cada hipótesis es cuidadosamente analizada, refutada y, si procede, confirmada sistemáticamente, sin dejar resquicio alguno, sin salirse lo más mínimo del plan trazado al principio ni de la forma de llevarlo a cabo. Hoy sería un gurú de los sistemas de calidad y de la planificación empresarial. Vamos, lo que los toledanos llaman "cabalito" y otros "culijusto". ¿El defecto? Pues también está claro, que no tiene alma. El pensamiento tomista es racional a rajatabla, pero parece olvidar que el ser humano es más que su razón. Parece mentira que los modernos al uso hablen pestes de quien hace de la racionalidad su obsesión, cuando lo cierto es que ni el mundo ni los humanos podemos ser aprehendidos del todo (y mucho menos Dios) sin uno o varios toques de emoción, de irracionalidad. ( )